Todos recibimos correos. Muy pocos nos importan. Los que sí guardamos tienen algo en común: nos sirven para algo. Nos enseñan, nos inspiran o nos avisan de justo lo que queríamos saber. Eso —y no una lluvia de descuentos— es la esencia del email marketing moderno: un canal directo para ayudar primero y vender después.
En Citysem lo explicamos así: el email marketing es comunicación uno a uno a escala, enviada a personas que han dicho que quieren leerte. Con esa premisa, el correo deja de ser ruido y se convierte en una cita: tú aportas valor; la audiencia te presta atención. Si el contenido merece la pena, vuelven por voluntad propia.
Email marketing es utilizar el correo electrónico para relacionarte con tus contactos: informar, educar, acompañar la decisión de compra y fidelizar. No es solo “mandar newsletters”; también incluye mensajes de bienvenida, recordatorios de carrito, confirmaciones de pedido o encuestas. La diferencia con otros canales es brutal: el email no depende de algoritmos cambiantes y te permite construir una audiencia propia.
La regla de oro cabe en una línea: escribe a personas que te han dado permiso, dales contenido útil de forma constante y facilítales darse de baja cuando quieran. Con eso ya estás por delante de muchos.
Sirve para explicar lo que haces y demostrarlo con ejemplos. Sirve para educar al potencial cliente que aún no está listo para comprar y para activar al que sí lo está. Sirve para retener: una newsletter semanal con ideas accionables convierte a lectores en fans. Cuando una marca envía un correo que aporta algo cada semana, la gente abre por costumbre, no por curiosidad.
Además, el email convive bien con todo lo demás: puedes nutrir a quien llega desde redes, dar soporte a SEO con contenido ampliado y rematar campañas de pago con una secuencia de seguimiento. Mientras otras vías suben de precio, el email mantiene un coste por impacto muy competitivo.
En la práctica, basta con entender tres familias:
Relacionales. Bienvenida y newsletter. Dan tono a la relación: quién eres, qué cuentas y cada cuánto escribirás. La newsletter es el corazón del sistema. Funciona mejor cuando promete un beneficio concreto (“cada miércoles, una idea aplicable en 3 minutos”) y lo cumple sin fallar.
Promocionales. Ofertas, lanzamientos, plazas de un taller. No hay que abusar: si tu audiencia ya recibe valor útil el resto del tiempo, uno solo de estos puede mover ventas sin “quemar” la lista.
Transaccionales. Confirmaciones de pedido, avisos de envío o cambios de contraseña. Son muy abiertos por naturaleza. Muchos negocios desaprovechan su potencial: con una línea de texto puedes sugerir la guía que resuelve la siguiente duda del cliente.
El email es rentable porque no pagas por cada impresión; medible porque ves quién abre, quién hace clic y qué interesa; y predecible porque no cambia según el humor de una red social. Pero la razón profunda es otra: la atención. La bandeja de entrada sigue siendo un lugar íntimo; si respetas ese espacio con mensajes útiles y honestos, la atención dura años.
Empieza por el para qué. ¿Quieres vender más a corto, educar al mercado o fidelizar? Con ese objetivo, elige una herramienta sencilla (cualquiera de las grandes te vale para empezar), crea una lista desde cero con formularios claros y doble confirmación (así te aseguras de que quien se apunta realmente quiere estar).
Después, diseña una serie de bienvenida de 2–3 correos que explique qué va a recibir la persona y le regale su primer “¡ah, qué bien me viene esto!”. A partir de ahí, marca un ritmo fijo: semanal o quincenal. La constancia importa más que la perfección.
Para la newsletter, piensa en micro-lecciones. Un problema, una idea, un ejemplo y un siguiente paso. Si dudas sobre el diseño, apuesta por plantillas limpias: texto claro, un bloque visual si suma y enlaces que se vean. En móvil todo se decide en tres pantallas; recorta sin miedo.
No hace falta un dashboard de nave espacial. Con mirar tres señales puedes mejorar cada envío:
Cuando algo no funciona, toca ajustar una sola variable cada vez: o cambias el asunto, o el tema, o la llamada a la acción. Prueba, aprende, repite.
El primero es enviar sin valor. Si cada email es una oferta, te ignoran. El segundo es comprar contactos: además de poco ético, arruina la entregabilidad. El tercero es no facilitar la baja: quien no quiere estar, que no esté; tu lista será más sana y tus métricas, más reales. Y un clásico: abandonar. El email funciona cuando se convierte en hábito para ti y para tu audiencia.
Piensa en tu lector ideal y anota una duda concreta que le ronde la cabeza esta semana. Escribe un párrafo que la ponga en palabras, otro que explique por qué ocurre y un tercero que proponga una acción que puede hacer hoy. Cierra con un enlace a un recurso útil (propio o externo) y una invitación a responderte con su experiencia. El email que la gente guarda es el que enseña algo.
Si necesitas inspiración, funciona muy bien la promesa “cada semana, una idea aplicable en 3 minutos”. Sencillo, valioso y fácil de cumplir.
Mantén el sentido común: pide permiso al suscribirse, explica para qué escribirás y ofrece siempre un enlace visible para darse de baja. Trabajar así no solo evita problemas; mejora tus resultados porque la lista se llena de gente que quiere estar.
En resumen, el email marketing no va de “enviar muchos correos”. Va de ganarse un sitio en la bandeja con utilidad, ritmo y honestidad. Si arrancas con una bienvenida clara, mantienes una newsletter de valor y mides lo justo para mejorar, verás cómo el canal pasa de “ya lo haré” a mejor aliado de tu marketing.
Si te apetece, en Citysem podemos ayudarte a ponerlo en marcha: desde configurar la herramienta hasta definir esa newsletter semanal que la gente sí quiere abrir. Y sí, prometemos hacerlo sin complicarte.
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